10/11/06

OTRO VIERNES MAS. .


Y llega el viernes, ese día tan deseado, pero ahora. . . tan temido.

Porque por un lado, llega el anhelado descanso, pero por otro hay que tomar la gran decisión. . . . ¿Me voy a pasar el fin de semana fuera,
o me quedo en Barcelona . . .?

De pronto, aquello que era la ilusión esperada toda la semana, se ha convertido en un suplicio.

He de coger el coche, conducir algo más de hora y media, si pongo música, me hago un hartón de llorar, si no la pongo también pues siento aun más la ausencia.

Cuando al fin llego, es de noche, la casa está fría.

Abrir todos los porticones de madera, encender el fuego, enchufar la manta eléctrica, dar la comida a los perros, y luego que. . . . .

Ese es el momento más triste de la semana. La soledad se presenta con toda su crudeza, y yo me convierto en un pelele a su merced.

Ya nada puede consolar ni las lágrimas, ni la pena, ni la tristeza que en ese instante caen como una losa con toda su ferocidad sobre mí.

Cada sábado, al levantarme, me siento un ser valiente, he superado otro viernes.

Así ha pasado un año y medio de mi vida, pero sigo ahí, sin superar esta dura prueba. . . . llega un viernes, y otro, y otro . . . .

Que cruel es tu ausencia, que difícil es todo sin ti.
Te amo tanto. . .

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